miércoles, 31 de diciembre de 2008

PARA UN 2009 LLENO DE FELICIDAD, PAZ Y PROSPERIDAD PARA TODOS, PRIMERO PARA LOS QUE NO LA HAN TENIDO...


Es costumbre al finalizar el año hacer balances, ahora coloco ante ustedes el que hace Eduardo Cote Lamus para estos días de infancia que es diciembre..., ojalá para todos fuera la de la felicidad. Hoy, en este corazón el de los niños palestinos, los de los niños desplazados, los de la calle, los huérfanos de las guerras, demencia adulta... Un paisaje ya extraño en estos tiempos modernos, no por ello deja de ser un grato lugar de nuestras memorias andinas... que este espíritu alimente el corazón de este nuevo año...

Nana en el tiempo
Eduardo Cote Lamus

Las hojas vuelven mi oído hacia los árboles
porque me voy deslizando bajo el ala de un sueño
hasta los días de la infancia en mi pueblo,
donde vivir era caso como soñar contigo.
Te voy a contar algo de mi infancia, por ejemplo,
de cómo vivía comprendiendo el tiempo.
Entonces tenía un calendario distinto:
Junio se llamaba viento
y por el cielo retoñaban las cometas
como estrellas silvestres;
Mayo era las orquídeas porque Madre se volvía más tierna
cuando tomaba una flor entre sus pétalos;
Julio era el sol,
la luz que se dormía en el tacto;
en agosto venían las grandes lluvias
y se desbordaba el río
que inundaba las semanas de septiembre;
de noviembre casi no me acuerdo
porque la niebla era tan espesa
que no dejaba ver los días:
alguien me dijo que era el mes de los muertos.
Diciembre llegaba con una gran estrella
donde nacía un niño;
en mi pueblo era llamado el mes de los niños;
allí terminaba el año
y comenzaba enero con una extraña alegría;
a mí me gustaba cómo sonreían las gentes por enero
-en un enero se murió una vaca que se llamaba Luna-.
Febrero era el mes de las siembras
porque Padre por ese tiempo olía a trigo
como si anticipara las espigas;
de abril y marzo sólo recuerdo los crepúsculos
y yo decía que eran los pájaros del año;
mas en octubre íbamos a mirar los cafetales
porque tenían besos como las muchachas grandes
y porque hasta el agua frutecía
al pasar entre los huertos.
Entonces era hermoso el año
porque el tiempo no existía.
Y ahora,
que me dices tu tristeza,
te regalo mi infancia
como antes te regalé un diciembre
para que vayas, soñando entre tus manos,
repitiendo:
no hay meses:
hay trigo, hay frutas, hay lluvia,
hay río, orquídeas, alegría…
una mentira el tiempo.
Y te quedes dormida.

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